Las Salinas
El mineral salino se encuentra en el subsuelo del valle salinero, el Salero, a diferentes profundidades que varían entre 10 y 50 o más metros. Este estrato de sal gema, halita, forma parte del fondo del diapiro junto con otros materiales como la ofita, distintos tipos de arcillas, margas y yesos.
En el Salero de Poza este conjunto de materiales se encuentran mezclados, lo que dificulta su extracción por separado a ese nivel. Esto supone la necesidad de un trabajoso y peculiar método de obtención de la salmuera -agua con sal en disolución-, mediante la inyección en el subsuelo de agua dulce que al ponerse en contacto con el mineral salino en la profundidad lo disuelve y, transformado así en agua salada, sale a la superficie. Este sistema de producción “artificial” de salmuera es peculiar en Poza de la Sal. En menor medida, como en otras salinas de interior, existía la forma “natural” de obtención de muera en la que ésta brota espontáneamente de manantiales originados por los propios fenómenos diapíricos.
Una vez obtenida la salmuera sólo queda exponerla al sol y al aire para que tras la evaporación del agua por el calor, se precipite en las eras ese oro blanco de tiempos pasados.
El singular método de obtención artificial de muera ha requerido a lo largo de siglos una importante y disponible cantidad de agua dulce. El agua dulce se obtiene de las fuentes y manantiales que riegan todo el valle, como Fuente Villa, Fuente Banasta, Fuente Fría, Fuente el Canto, Fuente Águila y Fuente Cubo. También existían pozos de almacenamiento de agua dulce para las épocas de sequía, situados en la parte alta del salero conocida como el urnio (voz que pudiera derivar del término prerromano ur, relativo agua). Existen actualmente tres pozos cuya escasa profundidad, de 1 a 1,2 metros, puede deberse al material de derrumbe acumulado sobre su fondo.
El agua dulce se introducía en unos pozos verticales que alcanzaban en profundidad el material salino y que dependiendo del lugar podían ser de 10 a 60 metros. Estos pozos, cañas, son de planta cuadrada, de una vara de lado -aproximadamente 85 cm.- y debidamente entibados por medio de tablas de madera, ripias, que se ensamblaban sólidamente unas con otras mediante una pestaña, el carajo, sin necesidad de otros materiales.
Alcanzada la veta de sal gema se construían unos túneles de sección inclinada, galerías, de no más de metro y medio de altura y menos de un metro de anchura, cuyo suelo era por tanto la propia capa salina. El agua dulce lame el mineral, lo disuelve y se obtiene en el exterior transformada en salmuera, a través de otra caña vertical en el extremo de la galería. La salmuera alcanzaba la superficie, manando de forma natural por la propia diferencia de nivel de entrada y salida, o bien de forma artificiosa por un torno manual también de madera, como todos los aperos e ingenios utilizados en el Salero. Éste constaba de dos manivelas, gangas, y una maroma que portaba dos recipientes, pellejos, de unos 40 litros de capacidad. Para evitar la corrosión de la salmuera eran realizados con una piel de cabra sin curtir –era curtida por la propia muera que la impregnaba constantemente- en la que se colocaba un aro hecho con una rama de avellano o de olmo que constituía la boca de la bolsa. Con gran esfuerzo físico por parte de los salineros conseguían extraer la muera depositándola en el alberque donde se acumulaba para luego distribuirla a cada una de las granjas.
El Salero se dividía en diferentes valles o minerales -zonas independientes de producción de muera-, llamados Tejadilla, Rusalado, Borco, Lines, Barral, etc., los cuales se surtían de sus galerías y cañas correspondientes.
La salmuera debía de ser de una calidad suficiente, al menos 21º grados de salinidad, ya que cuando era menor 17 ° se desechaba y se vertía a la torca salada, arroyo que recoge las aguas del salero. Por medio del pesasales o graduador se medía la graduación de las mueras, es decir, el peso de sal disuelta por cada litro de agua dulce.
En el reparto de la salmuera por los valles se utilizaba una red de canales o canalones de madera, habitualmente de pino, de unos 3 a 6 metros de longitud. De una forma móvil pero a la vez sólida llegaba sorteando el irregular terreno a todos los rincones del salero. Los canalones eran de mayor tamaño y más robustos y se utilizaban en lugares más estables y en los caminos.
Para el control de su distribución existía la figura del guardacaños. Éste tenía la obligación de mantener limpias y cebadas con agua las cañas y los urnios y repartir la muera en función de los turnos establecidos a los que desde tiempos antiguos tenía derecho el propietario de cada granja, según constaba en el cuaderno de adras.
La salmuera se distribuía a cada una de las granjas salineras, nombre que reciben las propiedades, cada unidad independiente de producción de sal. Cada granja poseía al menos un pozo de almacenamiento de salmuera, donde reposaba ésta hasta su utilización. Frecuentemente no eran visibles ya que estaban cubiertos por las propias eras, pues el espacio en el Salero era limitado. Por este mismo motivo de aprovechamiento del espacio, y dado el irregular relieve del fondo del diapiro, las eras que integraban las granjas se dispusieron sobre terrazas artificiales, construidas mediante estructuras de madera, que permitían salvar los declives del terreno.
De los pozos , por una parte no cubierta, se sacaba la salmuera mediante el pingoste. Este ingenioso instrumento de origen incierto, probablemente oriental, y cuyo uso se remonta al Neolítico más antiguo, ha persistido hasta los últimos tiempos del salero. Este rudimentario sistema de palanca, comúnmente llamado cigúenal, permitía extraer con escaso esfuerzo físico casi 15 litros de muera –capacidad aproximada de un pellejo- en cada movimiento. Sobre un poste vertical se colocaban dos tablas entre las que se disponía la palomilla, eje sobre el que bascula la baranda, vara de madera de casi 4 metros. En el extremo inferior de ésta se sujeta un peso, que solía ser una piedra con un orificio en el que se insertaba una estaca de madera que permitía esta sujeción clavándolo a la baranda. Del otro extremo colgaba con una lazada de cáñamo otra vara, lata, de varios metros, de la que pendía el pellejo de cabra ya descrito anteriormente.
La salmuera se vertía al desbarciadero, elemento de piedra y arcilla elevado que recogía ésta para distribuirla por canales a los arquetones de toda la granja.
En los arquetones, pozo de pequeñas dimensiones forrado de madera o con fábrica de mampostería, se acumulaba la salmuera, para desde ellos regar las eras cercanas.
En estas eras o cristalizadores se producía la evaporación de la muera por el calor del sol depositándose en ella la sal. Las eras se dispusieron en pocas ocasiones en las escasas planicies naturales del terreno, ya que la pendiente del valle exigía la construcción de terrazas artificiales por todo el salero. Así, además de las que cubrían los pozos para aprovechar el espacio, las eras se apoyaban habitualmente sobre chozas y chozones, estructuras de entramados de vigas de madera y muros de piedra de mampostería que constituyeron estas terrazas artificiales. El chozón era una estructura de soporte de eras que permitían conseguir un plano horizontal sobre un terreno en pendiente. A partir de muros de mampostería se colocaban puntales de madera y sobre ellos vigas que soportaban la era. La madera utilizada solía ser pino, roble y chopo negro, que con el tiempo se impregnaba de muera, curtiéndose y adquiriendo un color y una consistencia característicos.
Las chozas, a diferencia de los chozones, soportaban la era por medio de paredes de piedras y maderas, formando un recinto cerrado donde se guardaba la sal elaborada hasta su traslado a los almacenes estatales. Las tablas de las paredes se colocaban de una forma muy interesante, como explica Eduardo Sáiz Alonso en su libro. A través de un surco en los laterales de los puntales se encajaban las tablas cerrando el recinto. Además en ellas el salinero guardaba los aperos y otras pertenencias, de tal manera que también fue su lugar de alojamiento, su vivienda, durante la temporada de elaboración de la sal.
La era construida sobre chozas y chozones tenía como base un entarimado de tablas, sobre el que se disponía una gruesa capa de arcilla roja, hidratada para que pudiera cumplir su función impermeabilizante; encima otras capas de “tierra” procedente de la zona de Los Terreros en la parte noroeste del salero –milonita-, macerada y apelmazada con salmuera. Los bordes da la era, los morillos, sujetos con madera, se construían más elevados que su fondo, para contener la muera depositada.
La salmuera no se vertía directamente del arquetón a la era, sino que se regaba con la cuchara, instrumento de madera con un cuenco y un largo mango. Junto con el sistema de inyección de agua dulce en el subsuelo para producir la salmuera artificialmente, es el modo de depositar la salmuera en la era –la forma de regar la era- lo que da un carácter singular a la fabricación de sal en Poza respecto a otras explotaciones salineras peninsulares. Existía un momento y una forma determinada para regar la era. Tras depositar sobre la era una cantidad pequeña de salmuera comenzaba a producirse la cristalización de la sal. Es entonces cuando la muera se lanzaba con la cuchara con un movimiento que la dispersaba en pequeñas gotas y que al caer sobre la muera en proceso de cristalización, facilitaba una mayor sedimentación y cristalización en la era. Este momento de riego era reconocido por los salineros para conseguir una buena producción de sal, aunque no era raro escuchar en el salero "¡que se te quema la era!" porque algún salinero despistado o que no era capaz de atender todas las eras a su cargo, al no añadir la salmuera en ese momento, la sal cristalizada se pegaba en la era dificultándose su posterior recogida.
La sal se recogía al menos una vez al día, al finalizar la jornada o a primeras horas de la mañana. Mediante el rodillo, una tabla de madera provista de un mango, se arrastraba la sal hasta acumularla en un rincón de la era. Existían varios tipos: el mas pequeño, el de rondear o redondear, se utilizaba para los morillos; el rodillo de llegar o allegar, el de mayor longitud, para arrastrar toda la sal e irla amontonando en un extremo de la era; finalmente el rodillo de sacar, de una longitud intermedia y de mayor anchura, permitía poner la sal en el salero, plataforma inclinada para escurrir y airear la sal ya hecha, para posteriormente verterla por un orificio, la piquera, a la choza que se hallaba debajo de la era.
Finalizada la temporada de producción de sal, en septiembre-octubre, ésta era transportada a los almacenes estatales donde permanecía hasta su comercialización por la Hacienda Pública. Para este traslado se utilizaban caballerías que cargaban sacos de 2 fanegas.
Existen en la actualidad tres almacenes que, aunque en un estado de ruina, muestran aún sus grandes proporciones y la robustez en su construcción. Cada uno se adapta al terreno donde se asienta haciendo particular su forma de almacenaje o entroje.
El más cercano al pueblo, llamado El Depósito, se localiza en el extremo noroeste de la villa, donde comienza el Salero. Se considera el más antiguo ya que sus orígenes pueden ser del siglo XVI, cuando Felipe II establece el monopolio sobre la venta de la sal por parte del estado, quien controlará desde entonces y hasta 1868 la producción, comercialización y la distribución de la sal. Posee una planta rectangular con unas dimensiones de 50 metros de longitud, 10 metros de anchura, y una altura de 8 metros. En la fachada sur sobre la ladera en la que se apoya existen dos puertas que se abren al interior, a varios metros de altura desde las cuales se realizaba el entroje de la sal. En su lado oeste se alza una torre de planta cuadrada con dos pisos, en los que se distribuyen distintas estancias que fueron utilizadas como despachos de gobierno estatal y como habitación de los guardias para la protección del salero. La fachada norte presenta una gran puerta elevada sobre el nivel del suelo, para cargar los carros que se encargarían de su distribución. Por sus dimensiones pudo almacenar hasta 26.000 fanegas de sal (1.339.000 Kg.).
El almacén de La Magdalena se localiza en la parte alta y norte del salero y es el de mayores dimensiones, de 25 por 45 metros. El entroje se realizaba por una rampa natural de la ladera que llegaba a su cara norte donde se abre una puerta a unos 8 metros de altura respecto al nivel inferior. Además de una gran estancia para la sal poseían habitaciones administrativas y de alojamiento para el personal que atendía el almacén y la guarnición que lo custodiaba. Se considera que pudo contener 125.000 fanegas de sal. Delante de una gran planicie, su fachada principal presenta tres grandes puertas de arcos de medio punto por las que saldrían en el siglo XIX los carros cargados de sal para su distribución a los alfolíes.
El almacén de Trascastro o Trescastro, se remonta también su construcción a finales del siglo XVIII. Se localiza respecto a los otros dos almacenes en el vértice suroeste del salero, junto a la actual carretera que recorre el fondo del diapiro y el salero, y justo en el inicio de la acusada pendiente del antiguo camino que subía al páramo. Es de planta cuadrada de 30 por 35 metros, y consta de dos naves en forma de L para la sal y varios departamentos para administración y alojamiento. El entroje se realizaba por la cara norte de una forma espectacular a través de una rampa de 70 por 6 metros que alcanzaba unas puertas a 8 metros de altura. En su fachada principal se abren tres grandes puertas de arcos de medio punto y varias ventanas de tamaño considerable.
La medida de la sal se realizaba por unidades de capacidad, para evitar que la humedad de la sal afectara en su medida. Se utilizaba la fanega, que variaba su medida cuando la Hacienda Pública recibía la sal del salinero utilizaba la fanega de pala cargada –de 51,52 Kg.- y cuando la comercializaba utilizaba la fanega de rodillo o Pote de Ávila, que equivalía aproximadamente a 42 Kg. de sal, casi un veinte por ciento menor.
Aún persiste el utensilio de madera, la media fanega, con capacidad de 26 Kg utilizada en la medición
Arruinados los almacenes del salero, fueron almacenes de menor tamaño y situados en las inmediaciones del casco urbano los utilizados posteriormente para el almacenaje de la sal hasta su venta.
El monopolio por parte del Estado permitió, al menos, una protección para la venta de la sal que se producía en Poza, en una amplia demarcación que correspondería a las antiguas regiones de Castilla la Vieja, Castilla la Nueva y León . Esto no supuso la ausencia de conflictos con otras salinas limítrofes.
Junto a los arrieros pozanos, la Real Cabaña de Carreteros se encargaba de transportar la sal mediante carros de 12 fanegas a las ciudades y villas que se surtían de la sal pozana, en concreto la hacían llegar a los alfolíes, almacenes al por mayor.
El precio de venta de la sal se incrementaba de forma proporcional según la distancia al alfolí. Así, en el siglo XVIII era de 25 reales la fanega más 13 maravedíes por cada legua desde Poza.
Algunas de las salinas pertenecían a la Hacienda Pública pero la mayoría eran de propiedad privada que estaban agrupadas en una Comunidad de Herederos de las Salinas para defender sus intereses, y cuyo origen se remonta a épocas muy remotas. En su Reglamento para el Régimen y Gobierno de la Comunidad de Herederos de las Salinas de Poza de 1847 se consideran como “la reunión ó corporación de Propietarios Fabricantes de sal , cuyo origen debe ser tan antiguo como las salinas... constante é indefinida y trasmisible á los sucesivos Herederos Propietarios” (sic).
La fabricación y venta de sal en Poza ya en manos particulares se mantuvo hasta los años 70 del siglo XX con la desaparición de las dos últimas granjas salineras de Trascastro y La Calera.
Para mas información del tema acudir a “POZA DE LA SAL Y LOS POZANOS EN LA HISTORIA DE ESPAÑA”, de Feliciano Martínez Archaga, “POZA DE LA SAL. CUERPO Y ALMA DE UNA VILLA MILENARIA”, de Fray Valentín de la Cruz, y “LAS SALINAS DE POZA DE LA SAL”, de Eduardo Sáiz Alonso, junto con el resto de fuentes bibliográficas.
El diapiro de Poza de Poza de la Sal es calificado en 1983 por el Instituto Geológico y Minero como uno de los Puntos de Interés Geológico del sector oriental de la Cordillera Cantábrica. Esta estructura diapírica está situada en el límite suroccidental de la Cuenca Vasco-Cantábrica y constituye un notabilísimo ejemplo de la tectónica halocinética.
Morfológicamente presenta una disposición de un gran circo o depresión elíptica de 2.5 x 2 Km de diámetro, situado en el límite oriental del Páramo, en la zona de contacto con la cuenca sedimentaria de La Bureba. En el fondo aparecen materiales del Keuper, Triásico: arcillas de distintas tonalidades, margas, yesos y sal gema –halita-, junto con un afloramiento central de rocas subvolcánicas, ofitas, de tipo basáltico. Todos estos materiales se encuentran en superficie rodeados de formaciones detríticas y carbonatadas del Jurásico y el Cretácico, correspondientes a la bóveda colapsada por las evaporitas. El contacto con la cuenca terciaria de la Bureba –depósitos del Mioceno- se produce en su borde oriental a través de una estrecha garganta que constituye su drenaje natural por donde desagua hacia el río Homino.
Formación del diapiro
Su formación se debe a los movimientos ascendentes del depósito salino –movimientos halocinéticos-, originados por la menor densidad de la sal respecto a los materiales encajantes. En este ascenso la sal, con una estructura plástica, viscosa, arrastra arcillas, yesos, margas, ofita, hasta llegar a la superficie, provocando el colapso de los materiales jurásicos y cretácicos suprayacentes.
Su origen se encuentra en los comienzos de la Era Secundaria, a finales del Triásico –Keuper- hace aproximadamente 230 millones de años, cuando en este lugar existió un mar costero de poca profundidad o un lago continental. En su fondo se sedimentaron materiales arcillosos y yesos procedentes de los ríos que desembocaban en él. La concentración salina se fue incrementando con la climatología desértica, precipitándose en el fondo junto a estos materiales y formando un depósito que P. Hempel calcula de unos 400-500 metros de potencia. Al mismo tiempo durante este periodo, llamado Keuper, erupciones volcánicas en el interior originaron la formación de ofitas, que quedan alojadas entre los estratos de arcillas, yesos y sales. A medida que avanza el Mesozoico, durante el Jurásico y el Cretácico –final del Cretácico hace unos 65 millones de años- continúan depositándose nuevos materiales que cubrieron los del Keuper.
Cuando estos depósitos sedimentados sobre el Keuper alcanzan un espesor suficiente, y dada su mayor densidad (2.5-2.7 gr/cc. frente a los 2.1 gr/cc. de la sal), comienzan los movimientos halocinéticos, que originan el ascenso de la sal, arcillas, yesos, y ofitas hasta las capas superficiales reventando la bóveda jurásica y cretácica y originando así una gran cubeta, surcada por numerosas fallas radiales y concéntricas. En definitiva una especie de cráter, perfectamente visible en el terreno no sólo por su forma sino también por su tamaño, dos características esenciales en la singularidad de este diapiro.
Ya durante el Terciario, al final del Eoceno, hace aproximadamente 40 millones de años, se comienza a formar la Sierra de Cantabria y los Montes Obarenes, elevándose la plataforma de los Páramos y descendiendo la Llanura Burebana.
Si la ascensión del domo salino se inicia durante el Jurásico, no es hasta el Mioceno, en el Terciario, cuando este fenómeno llega a su fin, hace entre 1 y 16 millones de años.
El interés de este diapiro no se limita a su eminente valor científico, geológico. Sus especiales características geomorfológicas, la explotación de la sal y el yeso, así como la extracción de arcillas, lo convierten en un punto de indudable importancia desde un punto de vista didáctico y divulgativo para el conocimiento no sólo de la geología, sino también de la etnografía y de la historia.
Actualmente el Diapiro de Poza de la Sal está protegido a través de la declaración de Bien de Interés Cultural con la categoría de Sitio Histórico del territorio salinero ubicado en su fondo. Los límites aprobados para la protección y conservación del Salero incluyen toda la estructura diapírica.
Flora
Referencia al paisaje original en el salero y sus alrededores.
Se puede suponer que el territorio que envuelve y circunda el Salero de Poza, dado su clima mediterráneo continental seco, lo constituía una vegetación dominante formada por encinar, aunque en los suelos menos profundos del Páramo cabe imaginarse amplias manchas de sabina y en las tierras del llano inferior Cuaternario) habría lugares húmedos con especias frondosas de ribera. Estas perduran aún residualmente, a lo largo del río Homino y los arroyos presentes en el valle del Diapiro.
Vestigios de este tipo de paisaje pueden observarse a partir de encinas y sabinas diseminadas por el Páramo, en las laderas incultivables de la llanura fluvial, o en grandes ejemplares solitarios, utilizados para marcar lindes o cruces de caminos.
En los valles de Caderechas, al norte del Diapiro, se mantiene en mayor medida el bosque original, con la salvedad de la sustitución – en gran medida- de las especies arbóreas.
Paisaje transformado actual.
Permite observar la existencia de estos tres ecosistemas diferenciados:
1.El Páramo
Pseudoestepa procedente del bosque mediterráneo originario (encinar-sabinar) en las primeras fases de recuperación.
Su vegetación se constituye a base de Rosmarinus, Thymus, Lavándula, Ulex, Erica, con porte arbustivo; gramíneas y otras herbáceos coloniales; encina Quercus ilex), sabina (Juniperus thurifera) y enebro (Juniperus comunis). Todas ellas especies arbustivas que definieron la primitiva comunidad vegetal.
Además se aprecia la abundante implantación de coníferas por repoblación en los últimos años, especialmente en lo que se refiere a la zona de borde lindante con el término de Cernégula. Fuera de estos nuevos bosques la acción humana de roturación para el pastoreo ha ido constituyendo la falsa estepa que hoy puede apreciarse. La actividad económica vinculada a este ecosistema es fundamentalmente ganadera.
Se trata de un ecosistema en plena transformación, con convulsas manifestaciones a lo largo del ciclo anual. Desde el punto de vista geológico, se aprecia la aparición del fenómeno kárstico, con surgencia de dolinas y sumideros
2. La llanura baja y vega del Homino
Es la llanura aluvial que se extiende al borde oriental del Páramo, constituyendo el ecosistema típico de la comarca de la Bureba. Aparece como un inmenso campo para la agricultura cerealista: trigo, cebada, avena, centeno; alguna viña aislada. Es conocida la importancia de la impronta cultural de este sistema agrícola en Castilla y León.
Además aparecen pequeñas manchas frondosas asociadas a la mayor humedad del suelo: olmo (Ulmus carpinifolia, ulmus camprestris); el fresno (Fraxinus angustifolia, fraxinus excelsior), los álamos (Populus alba, populus nigra), algún abedul (Betula berucosa) y el aliso (Alnus glatulunosa).
Estas especies se suelen implantar constituyendo bosque-galería, formación que alcanza especial interés en el arroyo de la Torca ( que procede del Salero), al salir de la villa en busca del Homino, y en el arroyo junto al antiguo convento de san Bernardino. Se produce así un microclima fluvial y constitución de un sistema natural dentro de u sistema más amplio.
Aquí la disponibilidad de agua es abundante. Ello da lugar a la formación de procesos vitales exclusivos: Mamíferos que van a beber, anfibios que se reproducen en el agua, aves que se alimentan de larvas acuáticas de insectos, transporté acuáticos de semillas, etc.
Sep produce además una estructura física que permite la habitabilidad de determinadas especies animales y vegetales: nido de ciertos pájaros, abrigo y escondite de aves y otros animales, sombra y protección para el desarrollo de algunas plantas. En definitiva, una contribución a la conservación de la biomasa. A la protección de la erosión y a la proliferación de especies.
3. Ecosistema de transición. Valle de las Caderechas.
Se trata de una franja de transición orográfica formada por irregulares laderas y cárcavas mas o menos profunda y diversas, donde se dan algunos lugares de características microclimáticas en relación a los sistemas anteriores.
Este hecho adquiere una entidad importante en Las Caderechas, con un relieve abigarrado y gran humedad. Hay permanencia boscosa, cultivo de árboles frutales y productos de huerta donde las condiciones del suelo permiten estas últimas actividades:
La gran abundancia de agua, el continuo y exuberante arbolado, el intenso dulce olor del frutal... contribuyen a constituir un mundo aparte en relación a los otros dos sistemas.
Fauna
NO por típico parece menos obligado referirse aquí al hecho de que Poza de la Sal es la localidad originaria del mas afamado naturalista del país, Félix Rodríguez de la Fuente. Tampoco resulta aventurado pensar en la directa relación que la observación de estos paisajes y sus especies habitantes pudo tener con el hecho de constituir en el insigne personaje tan arraigada y temprana afición.
Al desarrollarse sobre una zona de transición orográfica y climática, la fauna del lugar ofrece numerosas especies diversas que pueden ser contempladas y estudiadas.
Vertebrados de mayor tamaño.
Tuvo que haber en el lugar cérvidos y bóvidos de tamaño medio en tiempos remotos. Hoy muy probablemente habite el corzo, en expansión desde los bosques más húmedos del norte; el jabalí también está en expansión y ocupa zonas arboladas y de matorral, aunque sale también a la llanura. Desde luego, el lobo está todavía presente.
Son frecuentes la jineta, la garduña, el turón, el tejon y quizá el gato montes; y menos dependientes del bosque, aunque son frecuentes, el zorro y la comadreja.
Pequeños mamíferos (Insectívoros y roedores).
Estas presentes la musaraña común, la musaraña tricolor, la musarañilla y el topo común: El musgaño patiblanco y el musgaño de Cabrera ( asociado al agua). Se encuentra en la zona varias especies de quirópteros. Puede estar el lirón careto, y parece segura la existencia del ratón de campo, al ratón casero, el ratón moruno, la rata campestre, la rata común, la rata de agua meridional, la ratilla campesina, la ratilla agreste. El topillo lusitano y el topillo mediterráneo. También se encuentra el conejo y la liebre.
Anfibios y reptiles.
Se puede pensar que están presentes los siguientes: la salamandra, el tritón jaspeado, el sapo partero común, el sapo de espuelas, el sapillo moteado, el sapo común, al sapo corredor, la ranita de san Antonio, la rana verde común, el galápago europeo, el galápago leproso., la lagartija colilarga, la lagartija cenicienta, el lagarto ocelado, la lagartija roquera, la lagartija ibérica, el lución, el eslizón tridáctilo, la culebra bastarda, la culebra de escalera, la culebra de colar, la culebra viperina, la culebra lisa europea, la culebra lisa meridional y la víbora hocicuda.
Además, aunque con menos posibilidad, también podría darse la presencia de:
El tritón palmeado, el tritón ibérico, el sapillo pintojo, la rana patilarga, la salamanquesa común, la lagartija coliroja, el lagarto verdinegro, el lagarto verde el eslizón ibérico, la culebrilla ciega y la víbora áspid.
Peces en los cursos de agua.
Parece que hubo gran abundancia de truchas en el cauce fluvial que pasa junto al convento de San Bernardino y actualmente pueden verse éstas bullir en los arroyos caderechanos, según los lugareños. Es evidente la presencia de barbos en el río Homino.
Aves.
Por su abundancia y por la movilidad a la que se someten a lo largo de las estaciones, son un grupo de presencia muy diversa, pudiendo llegar a verse, si se incluyen las de paso y las errantes, probablemente alrededor de 200 especies.
Según el censo provincial de aves nidificantes elaborado por el CIE de Burgos, en la cuadricula que corresponde a Poza arroja una densidad de 81 y 100 y la subcomarca del Valle de Caderechas mas de 100 especies.
Especies diurnas: el milano negro, el milano real, el aguilucho cenizo, el aguilucho pálido, el águila culebrera, el águila calzada, el ratonero común, el aguila perdicera, al águila real, el alimoche, el buitte común, el alcotan, el esmerejón, el gavilkan, el azor, el cenícalo vulgar, al halcón abejero y el halcón comúin.
Especies nocturnas: el autillo; la lechuza comün. La lechuza campestre, el mochuelo, el cárabo, el búho chico y el búho real.
Así como una gran variedad de fringílidos, páridos, corvidos, etc. Que el atlas mencionado especifica con toda exactitud.
Con respecto a los invertebrados, pueden servir como referencia la tipificación climática que ya se ha definido anteriormente, así como las condiciones de vegetación, presencia de agua, etc. Dadas en cada uno de los ecosistemas