Historia
La historia de Poza de la Sal está determinada por la historia de la explotación de sus salinas, elemento clave para desarrollo económico e histórico de la villa a lo largo de los siglos.
La sal fue durante milenios un artículo de indudable valor por su uso en la alimentación, en la conservación de alimentos –salazón-, como moneda de cambio en algunos momentos, fuente de ingresos a través de impuestos para los estados, y, en definitiva, un elemento clave para el intercambio comercial. La ofita tampoco careció de esa importancia en épocas anteriores para la elaboración de utillaje lítico, de tal manera que ambos productos constituyen dos elementos fundamentales desde periodos muy tempranos para propiciar el asentamiento humano en este territorio.
Es preciso tener en cuenta que la intervención humana directa y constante en el territorio salinero ha dificultado la permanencia y detección de yacimientos que permitan establecer una secuencia prehistórica e histórica, y también que permitan establecer algún tipo de consideración acerca de la importancia en número y población de estos asentamientos.
No han sido localizados hasta el momento yacimientos paleolíticos, sí en cambio restos correspondientes a una cronología probable neolítica y calcolítica ( 5000-1700 a. C.)en distintos lugares del término municipal. La Edad del Hierro ( 1300-500 a. C.)está representada en dos yacimientos: El Castellar y el Alto de El Milagro
El Castellar está localizado en la cuenca salinera, en el afloramiento de ofita, tipológicamente clasificado como castro romanizado, con materiales correspondientes al Hierro II, periodo romano Altoimperial y Tardorromano, y estaría en relación con el control de la cuenca salinera y las vías de contacto con el Páramo, Salionca, y posteriormente Flavia Augusta.
El Alto de El Milagro: la cima de este cerro fue lugar de asentamiento de Salionca, a unos dos kilómetros del actual emplazamiento de la villa junto a la vega del río Homino; se han documentado materiales correspondientes a una amplia secuencia cronológica: Calcolítico, Bronce Final, Hierro I y II, Romano Altoimperial, y Tardorromano, y ha sido encuadrado por distintos autores bien a finales del Bronce o principios del Hierro, o bien como castro romanizado en relación con el Castellar y con la posterior ocupación romana, Flavia Augusta, que se extendió a los pies del cerro hasta la orilla del río.
Así, Poza ha sido identificada por los investigadores con la antigua Salionca -muchos autores coinciden en el origen preindoeuropeo de este topónimo-, que cita Ptolomeo entre las ciudades autrigonas. Sobre este núcleo de población, plaza estratégica entre autrigones y cántabros, entre la Bureba y el Páramo, y situada en las proximidades del mineral y los manantiales salinos, los romanos fundarán Flavia Augusta. Ésta se desarrolló durante el siglo I como un núcleo romano de importancia, y así lo ponen de manifiesto los restos hallados en el cerro de El Milagro y las orillas del río Homino por el arqueólogo Julio Martínez Santa-Olalla, quien describe una ciudad de planta rectangular, con foro, termas, al menos dos templos, y una necrópolis de la que procede un conjunto de aproximadamente 300 monumentos funerarios singulares, de cronología romana aunque de tradición indígena, autrigona, conocidos como urnas oikomorfasa.
Con toda seguridad fue en esta época de dominación romana cuando se produjo un impulso significativo en la explotación de la sal, y también la introducción de nuevas técnicas de obtención y extracción de salmuera que han condicionado el trabajo en el Salero durante los dos últimos milenios y han definido la singularidad de estas salinas en la península.
La cultura romana y tardorromana se prolonga en la etapa visigoda –han sido detectados materiales visigodos junto a altoimperiales y tardorromanos en la prospección superficial realizada en el año 1999 en el emplazamiento de Flavia Augusta-, que en esta zona apenas se extiende más de un siglo, poniéndole fin a partir del año 711 las aceifas musulmanas. Se inicia así una etapa caracterizada por una desestabilización y desestructuración social, política y económica, con una despoblación propiciada por Alfonso I como medida de seguridad. Probablemente esta situación provocó si no el abandono al menos la decadencia de la explotación salinera.
A esta etapa de inestabilidad le sucederán ya en el siglo IX las primeras repoblaciones. El primer núcleo de población llamado Poza (del latín putea, pozos), debe existir ya en este siglo en la parte alta del Salero, en la ladera noreste de El Castellar –nombre con el que se conoce en Poza el macizo de ofita-, pues en las fuentes documentales ya aparece registrado a principios del siglo X. En este primer emplazamiento está documentada una primera fortificación y, hasta finales del siglo XII, un monasterio benedictino, bajo la advocación de los Santos Justo y Pastor, que gestionaba las propiedades que el monasterio de San Pedro de Cardeña poseía en Poza al menos desde el año 937 -primera referencia documental a la explotación de las salinas recogida en el Becerro Gótico de Cardeña-.
Ya desde el siglo X estas salinas se perfilan como uno de los núcleos productores de sal más importantes de la zona norte, asociadas a propietarios como la familia de Fernán González –García Fernández concede en dote a su hija doña Urraca entre otras propiedades y derechos la mitad de un pozo en las salinas de Poza, y el Conde don Sancho cuando funda el Monasterio de Oña a favor de su hija Tigridia, dona varias salinas y un manantial que desde entonces se conoce como Pozo Cuende (Pozo del Conde) y ha dado nombre al valle en el que se ubicó-, los grandes monasterios de Burgos como Cardeña, Oña –a partir de su fundación en el año 1011-, Las Huelgas y otros, reyes de Castilla y España, y grandes familias de la nobleza.
El alfoz de Poza debió existir ya en el siglo X pues aparece perfectamente organizado en los primeros años del siglo XI, integrado por 103 pueblos, de los cuales hoy existen 43. Fue el más extenso de los que integraron posteriormente la Merindad de Bureba y uno de los cinco más grandes del territorio que hoy constituye la actual provincia de Burgos.
El antiguo núcleo de población de Poza pasará a llamarse Poza Suso hasta su desaparición a finales del siglo XVI, cuando en Plena Edad Media, en el siglo XII, parte de la población se traslada y funda Poza Yuso en el emplazamiento actual de la villa. Madoz recoge en su Diccionario que la villa fue repoblada por segunda vez en 1135, durante el reinado de Alfonso VII, quien le concede fueros –probablemente el término hace referencia a las “repoblaciones” de Alfonso VII en su recuperación del territorio en manos de Alfonso I de Aragón, quien había nombrado como tenente del castillo de Poza a Sancho Juan-. Es posible que en este momento comience la construcción del castillo actual y la muralla.
En 1168 Alfonso VIII concede Poza y sus salinas en arras a Leonor de Inglaterra, su esposa, y en el año 1192 el Monasterio de San Pedro de Cardeña traspasa a este monarca todos sus derechos y propiedades en estas salinas, de tal manera que a principios del siglo XIII la obra de este monasterio en Poza ya es casi inexistente produciéndose el abandono del monasterio de los Santos Justo y Pastor y de la iglesia de Santa Eufemia.
A mediados del siglo XIII, en 1255, Alfonso X el Sabio publica su Fuero Real e intenta obtener el monopolio de las salinas, pero este control por parte de la Corona sólo se conseguiría, y con restricciones, en 1348, con Alfonso XI (el Ordenamiento de Alcalá de Henares del citado año sanciona en Castilla el “derecho de la Corona”, al margen de otros derechos de origen altomedieval).
En 1298 Fernando IV de Castilla, siendo regente María de Molina, otorga Poza y Pedrajas a Juan Rodríguez de Rojas, donación que Alfonso XI confirma medio siglo después. Poza deja de ser realengo para convertirse en señorío, y esto será así hasta 1537 en que Carlos I crea el Marquesado de Poza a favor de uno de los descendientes de este linaje, también llamado Juan de Rojas.
La villa debió ser por su importancia económica un foco de atracción para la comunidad judía a lo largo del medievo, y de hecho al menos durante el último tercio del siglo XV -hasta 1492, fecha de su expulsión de Castilla- la aljama judía tiene en Poza una importancia social y económica considerable reflejada en las cargas tributarias que soportaba. La tradición señala como sinagoga judía la llamada Casa de Abid, o Casa de Abril como se ha conocido popularmente, sin embargo algunos especialistas no parecen estar de acuerdo con la ubicación de la aljama dentro de la muralla
Tan importante como la producción de sal fue su comercialización. Con el comienzo de la Edad Moderna supondrá un gran beneficio para el Salero la fundación de la Cabaña Real de Carreteros por parte de los Reyes Católicos. Esta institución, que pervivirá hasta 1836, favoreció notablemente el transporte y la seguridad en la red de caminos, aspectos que mejoraron significativamente las condiciones de trabajo de los arrieros, gremio que durante siglos distribuyó la sal a los alfolíes de las actuales provincias de Castilla y León.
Con los Austrias se introduce un cambio sustancial en la explotación del Salero que afectará a la comercialización de la sal: Felipe II decreta el estancamiento de la sal en 1564, y comienza así un monopolio sobre su venta a cambio del cual la Corona ejercerá su protección sobre la villa y el Salero. Los propietarios salineros se organizan y defienden sus intereses a través de la Comunidad de Herederos de las Salinas de Poza, frente a otras salinas o los excesos de los representantes reales.
La segunda mitad del siglo XVIII es un periodo de revitalización en la explotación de la sal, pues los monarcas ilustrados promoverán en el Salero importantes obras tanto de arquitectura civil como industrial. En 1786, durante el reinado de Carlos III, se comienza la construcción de la Casa de Administración de las Reales Salinas, que proyecta José Benito Cortés del Valle bajo la dirección de la Hacienda Real. La obra finalizará con Carlos IV en 1789. Inmediatamente después se levantarán los imponentes almacenes de sal de La Magdalena y Trescastro o Trascrastro, edificios que aún podemos ver en el Salero. Este monarca también impulsó la construcción de salinas, pozos, cañas y un tercer almacén en el valle de Las Almendreras del que actualmente no quedan restos, y probablemente fue quien también ordenó la construcción de la ermita de la Magdalena –junto al almacén y en el valle de este nombre-, financiada por la hacienda Real, con el fin de que los salineros pudieran asistir a los cultos.
La Comunidad de Herederos de las Reales Salinas de Poza levantó frente al castillo el Picón de Santa Engracia en 1805, en agradecimiento a Carlos IV y a su Ministro de Fomento Miguel Cayetano Soler por estas obras públicas.
El fin del monopolio estatal se produce con la caída de la Monarquía de los Borbones con Isabel II, en 1868. Después de siglos de esplendor en época Moderna, las salinas comienzan a sufrir un paulatino abandono a partir de finales del siglo XIX, hasta que en la década de los años 70 del siglo XX el trabajo de la sal definitivamente desaparece con las dos últimas granjas salineras en los valles de Rusalado y Lines.